domingo, 26 de junio de 2016

Ya huele a verano...

Ya huele a verano.

Apenas acaban de apagarse los rescoldos de las hogueras de San Juan, cuando el mar empieza a calentarse y llegan las medusas a visitarnos. Sube la temperatura, y se aligera la ropa. 

Y entretanto, comienza a sentirse un intenso aroma a cambio de ciclo. 

En el cole, los niños ya han entregado los libros, y celebrado las últimas fiestas. 

Se despiden a la salidad del cole prometiéndo amistad eterna. 

Otros, más realistas, tan sólo prometen verse durante el verano. El móvil se vuelve loco con los  grupos de whatssapp de cada clase atiborrando de buenos deseos, consejos veraniegos y expectativas para el año próximo. El  consejo escolar se despide dejando bien programado el curso que viene. 

Los padres y madres se felicitan y se hacen partícipes de sus planes para el verano, o para el curso que viene, esperando verse en el Instituto. 

Y yo, entretanto, con cierta envidia (debo reconocerlo) pienso tan sólo en nuestro héroe, enjaulado en una carcel amorosa, (pero carcel).  Allí, nuestras preocupaciones son más bien distintas:

  • ¿llegaremos al final del día sin tener otro conflicto serio?
  • ¿Podremos hacer alguna actividad en el exterior sin que se enfade y se escape?
  • Mientras estamos trabajando este verano, ¿dónde o con quién podremos dejarlo que lo entienda ?
  • ¿podremos visitar a nuestra familia el fin de semana?
  • ¿Existirá algún centro escolar (o terapeútico), en algún sitio, en el que estén preparados para sacar adelante este niño?

Me encuentro a otro padre, que amistoso, me pregunta, 

¿Que vais a hacer el año que viene?

"No sé", es mi concisa respuesta. 

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